martes, 31 de mayo de 2011

Gun Club - Fire of Love (1981)

Uno de los argumentos más frecuentes para refutar algunas de mis opiniones más extravagantes en cuanto a música suele consistir en resaltar la facilidad técnica de obras que yo valoro por otras circunstancias. Como decía en otro post, tiene poco sentido evaluar una pieza musical sin insertarla en un sistema, es decir, sin tener en cuenta todo lo que hubo antes y después de esa creación. Las ramificaciones de los álbumes más importantes perviven en las publicaciones actuales de una forma u otra, y no tengo la menor duda de que ahora, igual que ha sido siempre, un buen disco ha de abrir un camino (desde otro).

Tomemos el punk, por favor. Se suele acordar que 1976 es el año de la explosión del punk. Es obvio que quien entre a estudiar un fenómeno musical o social de estas características con una mínima profundidad, cae en la cuenta de que es imposible datar su inicio con tal precisión. Pero en 1976 se publica el primer single de Sex Pistols (noviembre) y el primer álbum de The Ramones (abril, si bien la escena de la new wave en N.Y. venía gestándose desde varios años atrás). Seamos sencillos: Anarchy in the UK y Blitzkrieg Bop. Un año de clases basta para tocarlas.

Por tanto, ¿qué valor pueden tener obras así? No es un valor técnico, punto de vista engañoso y extendido al juzgar cualquier manifestación del arte, en absoluto, lo que destacaríamos del punk, al menos el de esta primera ola. El punk consiguió algo mucho más esencial, transformó, como la escultura helenística en su momento, la respuesta emocional del público. La música rock ya no consistía en himnos generacionales a lo The Who (por eso ellos nunca hicieron punk en sentido amplio). Una podía salir asqueado o rabioso de un concierto de Sex Pistols (no digamos de P.I.L. o Joy Division), pero esto no rebaja en nada lo revolucionario del punk.

Una prueba de que la propuesta de este género era más emocional que técnica es su alianza con otros estilos. De hecho, el punk ha sobrevivido de esta forma a lo largo de las décadas. Y el disco que he querido postear hoy es producto de ese matrimonio. Se lo ha definido como punk blues, tribal psychobilly blues... lo que es seguro es que está lleno de demonios. No me gusta dar la brasa hablando de cada canción así que simplemente os lo dejo por Grooveshark para vuestro disfrute.




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